Por Humberto Mendieta
En un hecho sin precedentes que lo que debe ser el mejoramiento y modernización del sistema de transporte masivo de Barranquilla, Transmetro, se constituya en motivo de tristeza más que de alegría por la falta de visión. Esperamos quienes vivimos aquí, que al menos cuando por fin comience a operar, sea funcional y no una vuelta al pasado, un Trans-Retro.
Y las tristezas comienzan con la demora, con la ruptura de placas ya terminadas, con la riesgosa estrechez de la 46 y con la abrupta intervención del cruce de la calle 74 con Olaya Herrera. Es inaudito que la única vía que atraviesa la ciudad de oriente a occidente haya sido truncada. Por eso el portal ubicado en el Romelio fue construido con cierto aire de clandestinidad, tapado con una lona verde para que no hubiese la posibilidad de polémica, como muchas de las que ha enfrentado esta lenta obra, que desde ya, aun estimando que va a funcionar, es una nueva modalidad de elefante blanco.
Varias inquietudes en ese sentido publicadas en la sección de este diario Cartas de Lectores, entre esas una de Boris Lustgarten, patentizan el desconcierto ciudadano sobre la forma como el Distrito se quitó a sí mismo el derecho a transitar por la angosta pero querida Olaya Herrera, que viene desde la vía 40, cerca a un cruce con la 30, en la esquina de Fagrave, hasta la calle 96, extendiéndose a los confines de Puerto Colombia y conectándonos con la Vía al Mar.
Nuestro transporte masivo es un proyecto mezquino producto de cómo se concibió y de cómo lo avaló el gobierno nacional. El Transmetro es en su concesión, una réplica del Puente Pumarejo que se hizo de poca altura por radical directriz del entonces Presidente Carlos Lleras y frenó la navegación de buques de gran calado a otros 90 kilómetros de puerto natural que tiene el Atlántico sobre la ribera oriental del Magdalena.
Una voz autorizada sobre Transmetro es el arquitecto Porfirio Ospino, especialista en Planeación Urbana y Regional, para quien este proyecto fue hecho con un concepto pobre, porque debería llegar hasta la Universidad del Atlántico, paralelo al Corredor Universitario y quedó en mitad de camino. Una comisión en la que este profesional participó en 2000 anticipó la necesidad de que la Malla Vial construyera la Calle Murillo con especificaciones para transporte pesado como son los buses articulados. No se hizo y hubo que romper para volver a hacer. El resultado es que la construcción de Murillo consumió los recursos de la Sobretasa de la Gasolina.
Pero la mayor ceguera es la que hace alusión justo a los invidentes. El caso es de enmarcar. Por los lados del Estadio Metropolitano hay una especie de Sistema Braille en el piso de los andenes recién construidos por Transmetro. Es innovador en Colombia y justo y funcional para quienes no ven o tienen severas limitaciones. Son baldosas en alto relieve y cada una tiene un lenguaje. Hay unas como tachuelas que sirven para indicarles a los invidentes que están próximos a cruzar la vía o que se acaba el andén, o de colores contrastantes para quienes tiene alguna visión. Las primeras tienen canales en altos relieves que sirven para guiar el bastón del invidente, pero resulta que los obreros encargados de ponerlas creyeron que eran decorativas. Algunas de las baldosas de guías táctiles se estrellan con los postes de luz y con los árboles. ¡Qué ceguera!
Mendieta-Torres, Humberto. (2010) LA CEGUERA DE TRANS-RETRO. Artículo de Opinión Publicado el 14 de mayo de 2010 en el Diario El Heraldo. Barranquilla. Colombia. humberme@yahoo.com
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